Conversamos con una defensora que lucha contra la expansión de la palma africana en Guatemala, frente a la indiferencia de las autoridades. A pesar de los riesgos, se mantiene fiel a su compromiso de proteger la Madre Tierra y los derechos de su comunidad.
Desde 2008, la comunidad de C. - una defensora que prefiere permanecer en el anonimato debido a la criminalización que enfrenta- ha sido testigo de la expansión voraz del monocultivo de palma aceitera.
En las tierras bajas del norte de Guatemala, para cultivar esta especie nativa del oeste de África, las empresas han talado grandes extensiones de bosques y han construido canales en el río, contaminando el agua y el aire con sus desechos. El olor a putrefacción y las plagas de moscas que ahora proliferan son solo dos señales del fuerte deterioro ambiental que enfrentan las personas defensoras en esta región.
En el marco del proceso de formación de la Iniciativa Unidos y Unidas por las Personas Defensoras del Medio Ambiente y el Territorio (STAND, por sus siglas en inglés), en la que C. está participando, hablamos con ella para conocer más sobre esta alarmante situación.


“Estamos sufriendo distintas agresiones por parte de las empresas que están en nuestro territorio, especialmente las empresas palmeras, que están talando árboles y contaminando el aire” explica esta defensora, alarmada por las transformaciones que observa en el territorio desde que las empresas llegaron. “Se están expandiendo sobre la tierra que han cuidado nuestros abuelos y abuelas. Como tienen el dinero y el poder, están invadiendo tierras que son ancestrales. No solo están devastando los recursos naturales, sino que también vulneran derechos fundamentales como el acceso al agua y al aire limpio.”
La indiferencia de las autoridades agrava la situación
“Jefes, ediles, alcaldes, gobernadores y diputados saben lo que está ocurriendo en nuestros territorios y sin embargo no actúan; no les interesa ponerle un alto a estas violaciones de derechos y las contaminaciones que estamos viviendo. Aunque hoy decidan ignorarlo, sus familias también van a ser perjudicadas, porque si no tenemos agua, todos vamos a ser perjudicados, tengamos poder o no. No hay conciencia sobre el impacto de estas empresas, que solo vienen a hacer daños a nuestro país” enfatiza.
Como movimiento vienen denunciando a las empresas ante la justicia, pero no han obtenido respuesta.
Las denuncias desencadenaron amenazas y criminalización.
“Si no nos pronunciamos ante las violaciones de los derechos, siempre estaremos bajo la presión de las empresas o del Estado, que intentan callarnos. Nos han identificado, señalado y criminalizado a quienes nos hemos pronunciado contra del despojo y la contaminación. Hay compañeros y compañeras que han perdido la vida”.
El compromiso a pesar del temor
Pese a las amenazas, esta defensora no se rinde. Su convicción está impulsada por la urgencia de proteger la tierra y el agua para las generaciones futuras. “Fuimos amenazados, buscan silenciarnos. Pero si no defendemos nuestra Madre Tierra, ¿qué esperamos dejarles a los niños, a los jóvenes? Es cierto, el temor existe, pero eso no nos puede impedir seguir luchando, no solo por nuestros derechos, sino también por la Madre Tierra que nos da la vida”.
“Muchas personas me cuestionan porque me pronuncio, porque pongo en riesgo mi vida, pero tengo este compromiso. Si quien está a la par mía dice “avancemos”, pues avanzamos, y si no, que se quede atrás. Porque yo tengo que hacer algo. Debemos actuar ahora. Cuando ya no haya río, cuando miremos solo desierto, será demasiado tarde. Hoy es el momento de levantarnos y decir ´¡Alto!´, cuando todavía podemos sentir la lluvia, cuando todavía podemos respirar el aire”, afirma con determinación.
Fortalecimiento colectivo
C. participó de las primeras jornadas del proceso de formación de la Iniciativa STAND iniciado en diciembre pasado, cuyo objetivo es fortalecer las capacidades de más de 70 personas defensoras de 14 organizaciones indígenas y campesinas de Guatemala.
Para ella, la falta de acceso a la información es una de las principales limitaciones que tienen las personas defensoras.
“Algunos hemos tenido la oportunidad de estudiar, pero otros no. Al no saber leer, no tenemos la información precisa que nos ayude en nuestra lucha. Entonces estos talleres son muy valiosos. No solo me llevo más conocimiento, sino que también he aprendido qué pasos debemos seguir para poder seguir defendiendo los derechos de los compañeros y compañeras. Sólo sabiendo cómo funcionan los poderes y qué leyes nos protegen, podremos pronunciarnos ante las injusticias que hemos vivido.” explica.
Como mujer defensora, participar en estos espacios es también superar los mandatos sociales que buscan limitar a las mujeres al ámbito doméstico. “El machismo limita la participación de muchas compañeras. A mí me costó años poder involucrarme, pero entendí que luchar es también mi derecho. Prepararnos y aprender sobre nuestros derechos es fundamental para poder defenderlos.”
C. también menciona que, en las comunidades, algunas familias apoyan a las empresas debido a las oportunidades laborales que estas ofrecen. Ante esto, la tarea de concientizar sobre las consecuencias devastadoras del extractivismo es crucial.