La campaña regional “Asegurar los territorios indígenas para proteger la vida” pone en el centro la importancia de garantizar la seguridad jurídica de la tierra y los derechos al territorio de los pueblos indígenas para asegurar el ejercicio pleno de sus derechos fundamentales.
Para conocer cuáles son los obstáculos que enfrentan los pueblos indígenas de Guatemala debido a la falta de reconocimiento de sus derechos territoriales, conversamos con Neydi Juracán, vocera de la campaña. Ella es una joven lideresa maya kaqchiquel, integrante del Comité Campesino del Altiplano (CCDA) y de la Coalición Nacional por la Tierra de Guatemala que impulsa la ILC LAC.
La falta de reconocimiento de los derechos territoriales, para Neydi, es una problemática histórica para las familias indígenas y campesinas, no solamente en el territorio guatemalteco, sino en todo el Abya-Yala, “donde los invasores -también llamados “conquistadores”- se apropiaron de los territorios y de los bienes naturales”.
En los últimos 20 años, observa, el expolio a las comunidades indígenas se ha intensificado: se expulsa a las familias de los territorios y se explota a la madre naturaleza.
“Cuando no se cuenta con derechos seguros sobre la tierra y el territorio, también se vulneran otros derechos fundamentales, como el derecho a la vivienda, al agua, a la salud, a la educación, a la alimentación y a la libertad de movimiento”, explica Neydi. Sobre estas múltiples vulneraciones, sobrevuela un problema más profundo y brutal:
“Los pueblos indígenas, que vivimos situaciones de racismo, discriminación y marginalidad, enfrentamos un etnocidio. Pareciera que la política de exterminio sobre los pueblos indígenas en nuestra región sigue vigente”.
Ante las demandas para el reconocimiento de las tierras y territorios de los pueblos originarios, la respuesta del Estado es, según ella, inexistente. “El Estado está debilitado. No sólo promueve las políticas extractivistas y de expansión de monocultivos en los territorios, sino que también responde a los intereses de la oligarquía y del crimen organizado, actores que aprovechan esta cooptación para ampliar sus fronteras al interior de nuestros territorios”, afirma Neydi. Para ella, el sistema republicano, basado en la división, control y equilibrio entre los tres poderes, está quebrado: “En Guatemala, la alineación de poderes es evidente. Como CCDA, en los últimos años, no hemos tenido la resolución de ningún caso, pese a que sostenemos un diálogo constante y llevamos adelante acciones de incidencia para poder resolver la alta conflictividad que se concentra en los territorios”.
Mujeres indígenas, sujetas políticas en la defensa de la tierra y el territorio
En la defensa de la tierra, las mujeres indígenas son las principales promotoras de la agricultura familiar campesina para la construcción de lo que se conoce como Utz K'aslemal, el Buen Vivir de los pueblos mayas. Las nuevas generaciones, comparte Neydi, han impulsado un proceso reflexivo al interior de su organización, cuestionando los roles de género arraigados en el modelo de agricultura familiar campesina.
Las mujeres siempre han jugado un rol importante en la conservación de la vida y los territorios, produciendo alimentos, preservando semillas y custodiando plantas nativas para atención alternativa a la salud. Pese a esto, para Neydi, Guatemala tiene una deuda histórica con las mujeres. Desde los años ‘50 hasta hoy, el porcentaje de tierra que ha sido asignado directamente a mujeres solo ha alcanzado el 10.8%, pese a que son las principales promotoras de la agricultura familiar y están directamente vinculadas a los territorios.
Este papel activo de las mujeres las expone a más afectaciones. “Actualmente, solo el CCDA acompaña a más de 350 mujeres con órdenes de captura en territorios con conflictos agrarios. En la mayoría de los casos, la persecución no solamente es contra los derechos vinculados al territorio, sino también contra el territorio-cuerpo. Los procesos de represión y persecución van acompañados con actitudes violentas y misóginas”, precisa Neydi.
El camino hacia la igualdad de género y participación plena en la toma de decisiones sigue siendo desafiante debido a la persistencia de un sistema heteropatriarcal y un racismo estructural.
Neydi reconoce algunos avances, pero considera que son insuficientes. “En el CCDA, el 67% del total de la membresía son mujeres y cerca del 60% participa en espacios de toma de decisión, como juntas directivas y comités”. Pero en temas de tierra, la representación de mujeres apenas supera el 35%.
“Históricamente, la tierra ha sido vista como un símbolo de poder, y pensar que a las mujeres se les puede dar un pequeño espacio para asumir ese poder, en nuestro país aún implica desafiar los privilegios masculinos”, evalúa.
Las juventudes, con un papel renovado en sus comunidades
Las juventudes indígenas en Guatemala enfrentan desafíos similares. En un escenario de gran conflictividad en los territorios indígenas y rurales, para las juventudes la única opción aparente es emigrar. La población joven, indígena y rural, observa Neydi, concentra la mayor desigualdad, y al mismo tiempo, cobra más protagonismo al interior de las comunidades por ser la que preserva y mantiene viva la memoria histórica colectiva.
También las y los jóvenes contribuyen, a través del manejo de herramientas digitales y canales de comunicación alternativos, a visibilizar y sistematizar los casos de violaciones de derechos. En momentos donde la democracia en el país se va debilitando, para Neydi, el papel de las juventudes es fundamental en su recuperación y reconstrucción.
“Seguimos reivindicando los derechos a la tierra y a nuestros territorios”, recalca Neydi.
La lucha comprometida y sostenida de las comunidades indígenas, con la participación activa de las mujeres y la juventud, en Guatemala y la región, aún debe sortear numerosos obstáculos.
En medio de una realidad compleja, la resistencia de las comunidades y la búsqueda del Buen Vivir, continúan.
Conoce la campaña "Asegurar los territorios indígenas para proteger la vida”