La serie “Voces desde los Territorios” recoge los relatos de mujeres y hombres vinculadas al trabajo que impulsa la ILC en América Latina y el Caribe, en donde se comparten sus historias de vida y cómo estas están siendo impactadas por el trabajo que se realiza en pro de una gobernanza centrada en las personas
En el municipio El Jícaro, y en Guanacastillo en particular, muchas mujeres han logrado acceder a la tierra gracias a un crédito obtenido con el apoyo de la Cooperativa Agropecuaria Multisectorial Orfilia Vásquez R.L. (COOPAMOV). Desde 2017, esta cooperativa ha ofrecido créditos a sus socias y está motivando el cambio de patrones culturales al priorizar a las mujeres como sujetas de crédito para ser propietarias de tierras y capacitarlas como productoras organizadas. En este especial se presentan historias de mujeres de Guanacastillo, socias de la cooperativa, que han mejorado sus condiciones de vida tras convertirse en propietarias de la tierra.
LA HISTORIA DE BELKIS, YORLING Y YAHAYRA
Belkis, de 30 años, originaria de El Tamarindo, en el municipio de Telpaneca, es una de las mujeres beneficiadas con un crédito de COOPAMOV para comprar una manzana de tierra en el 2017.
Como ella, Yahayra Elizabeth Vásquez Herrera, de 32 años, es dueña de tres cuartos de manzana que adquirió a través de la cooperativa en octubre del 2018. “Yo ahora me siento feliz. A mí siempre me ha gustado el campo, y me siento tranquila porque tengo mi terreno, por saber que es mío. Ahora soy diferente porque soy dueña de la tierra. Las otras mujeres dicen que ahora somos reconocidas, nos invitan a las reuniones, somos tomadas en cuenta en la comunidad”, explica Yahayra.
Tras lograr acceder a la tierra, estas mujeres se identifican como pilares fundamentales de la sostenibilidad económica y la seguridad alimentaria de sus familias. No solo han dejado de preocuparse por la escasez de alimentos, sino que ahora también pueden obtener ingresos extra con la venta de una parte de lo cosechado para comprar otros productos necesarios en el hogar.
Yorling Yesenia Velázquez López, de 32 años, originaria de Ocotal pero que vive en Guanacastillo desde hace 10 años, es otra mujer que tras acceder a crédito para la compra de tierra con la misma cooperativa, ha visto mejorar sus condiciones de vida y se siente animada a adquirir más tierra en un futuro. “Mi idea es pagar y obtener otros créditos para comprar más tierra. Con dos manzanas me conformo, una para maíz y frijol, y otra para café, para así tener más productos para vender”, cuenta.
Tener tierra propia ha significado para ellas cambiar su situación de precariedad. Ellas buscan asegurar salud, vivienda adecuada, educación e ingresos, para sí mismas y para sus familias. Ahora se sienten más valoradas, tanto en su familia como en su comunidad, y afirman sentirse más tranquilas, felices y dignas.
Sus vidas antes de tener tierra
Pero la vida de Belkis, Yahaira y Yorling no siempre fue así. Antes de tener tierra propia, tenían muchas preocupaciones y dificultades para asegurar la comida para sus familias.
Ni Yorling ni su marido tenían tierra propia, ambos alquilaban una manzana para producir maíz y frijoles. Su marido iba a trabajar a Costa Rica y enviaba dinero para asegurar la siembra y la cosecha, pagar el alquiler de la tierra y comprar otros productos para la familia. “Cuando me casé, mi marido no tenía tierra. Alquilábamos para sembrar maíz y frijol para tener qué comer en el año. Trabajamos unos diez años alquilando una manzana de tierra”, cuenta Yorling.
La dependencia de tierra ajena no les permitía disponer de otros alimentos que no fueran de su propia producción. Tampoco les permitía sembrar alimento para sus animales, ni guardar semilla para el siguiente ciclo agrícola. Además, tal dependencia les impedía generar mejores ingresos y comprar bienes necesarios para sus familias.
La tierra es un problema de larga data para ellas y para otras mujeres de comunidades rurales: sus madres, sus abuelas y sus bisabuelas tampoco contaban con tierra.
Guanacastillo es la microregión 10 en el municipio de El Jícaro, Nueva Segovia, integrada por las comunidades Guanacastillo, El Varillal, San José de Walley y El Carmen. Las mujeres en estas comunidades no suelen ser propietarias de tierras. Esto se debe, en parte, a que los hombres se consideran los dueños de la tierra y la herencia de esta recae casi siempre sobre ellos. Por otra parte, la Reforma Agraria otorgó tierra principalmente a los hombres, perpetuando la idea de que ellos son los únicos merecedores de tener bienes a su nombre.
“Mi familia es pobre y no tiene tierra, por eso no me han heredado nada. Nosotros (mi marido y yo) alquilábamos tierra para sembrar granos básicos y mantener a la familia. Por eso tuvimos la idea de organizarnos en la cooperativa para poder comprarla”, dice Belkis.
Las mujeres en Nicaragua llevan una década demandando al Estado que se implemente la ley Nº 717 creadora de un fondo para la compra de tierras dirigido a mujeres rurales. Aprobada en el 2010, la ley no se ha implementado a la fecha por falta de voluntad política.
VEA el Video "La Ley 717 sigue sin fondos monetarios para su implementación:"
¿Cómo lograron acceder a la tierra?
La demanda de las mujeres por tener tierra propia motivó a que diversas organizaciones decidieran apoyarlas para este fin.
ENTRE ESTAS ORGANIZACIONES, TROCAIRE Y OTROS MIEMBROS DE LA ESTRATEGIA NACIONAL DE INVOLUCRAMIENTO DE LA POBLACIÓN POBRE PARA EL ACCESO DEMOCRÁTICO A LA TIERRA (ENI NICARAGUA), ENTRE 2015 Y 2020, HAN APOYADO A 1,476 MUJERES VÍA DIFERENTES MECANISMOS DE ACCESO A TIERRA[1]. DE ESTE TOTAL, 406 MUJERES COMPRARON TIERRA.
Desde 2017 COOPAMOV, es una de las cooperativas con las que Trocaire ha trabajado para apoyar a las mujeres. Hasta la fecha, ha ofrecido créditos a 35 mujeres, las apoya con inversiones productivas para incrementar la producción y realiza capacitaciones.
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“Hemos aprendido a hacer abonos, sabemos de leyes. La cooperativa nos ha capacitado, ahora sabemos qué tipo de trámites hay que hacer para tener derechos sobre la tierra, eso no lo sabíamos. Si no fuera por la cooperativa, estaríamos igual”, dice Yahayra.
Belkis también cuenta que en la cooperativa le han ayudado mucho. “Hay cosas que no sabía y que con los talleres he aprendido. Nos ha servido para mejorar en la familia, pues lo que aprendo lo comparto con mi esposo, y entre los dos lo hemos puesto en práctica en nuestro patio y en la parcela”
“Este apoyo dado por las organizaciones no solo ha contribuido a mejorar la condición material de las mujeres y sus familias en términos de asegurar trabajo, alimentos, productos para vender e ingresos sino que ha influido en su felicidad y tranquilidad. Si una mujer logra acceder a la tierra, en condiciones favorables y recibe apoyo para su organización, formación (género, masculinidades, derechos, etc) y asesoría para el manejo técnico de actividades productivas, entre otros, puede salir de círculos de pobreza con mayor rapidez que aquellas que no logran tener tierra propia ni tienen otros apoyos complementarios”, explica Selmira Flores, coordinadora de la ENI Nicaragua.
[1] Otras 317 recibieron apoyo para invertir en la producción mediante la mediería (acuerdo entre un propietario de tierras y una persona que no tiene tierras. El propietario provee la tierra y la otra persona aporta insumos y su trabajo para asegurar el cultivo. La producción final se divide por la mitad), 592 fueron apoyadas con crédito para alquiler de tierra, 97 recibieron herencia de tierra de sus familias (COOPAMOV les ofrece crédito para el pago de trámites), y otras 64 fueron apoyadas con la legalización de tierra, generando así seguridad en la tenencia de la tierra.
superando miedos
Al momento de adquirir la tierra, Belkis, Yorling y Yahaira, sintieron miedo e inseguridad al pensar que no podrían asumir el pago de una deuda. Además, necesitaban sentir el apoyo de sus familiares y amigos.
“Al inicio yo tenía temor de sacar ese crédito porque, usted sabe, uno no tiene mucho dinero, por eso tuve que hablar con mi mamá y mi marido para ver qué decían ellos, si lo miraban bien y si me apoyaban”, comenta Yahayra.
“ A mí me daba miedo tener una deuda porque no sabía si juntaría el dinero para pagar, aunque fuera a cuotas. No siempre se puede recoger dinero, y ese era mi miedo, pero cuando hablé con mi marido, él me dijo: “está bueno, si usted se anima, yo le voy a ayudar a pagar las cuotas, anótese”. Fue ahí cuando yo me animé, agarré fuerza y valor, y me anoté”, dice Yorling.
Yorling anima a más mujeres que sean propietarias de recursos. “Las mujeres deben perder el miedo a no poder, luego deben ponerse de acuerdo con el marido y los hijos. No hay que tener miedo, hay que salir adelante, hay que tomar el riesgo de tener una deuda, si no, no se hace nada”, explica.