Marisol Guerra y Ashley Urias son dos defensoras del pueblo xinca, una comunidad que lleva 18 años resistiendo para proteger la vida, el agua y el territorio de los proyectos mineros. Su firme oposición al avance de las corporaciones les ha costado criminalización, ataques y la pérdida de vidas humanas.
Ambas participan en el proceso de formación de la Iniciativa Unidos y Unidas por las Personas Defensoras del Medio Ambiente y el Territorio (STAND, por sus siglas en inglés). Conversamos con ellas para conocer más sobre su lucha contra la minería y cómo este proceso de fortalecimiento de capacidades contribuye a su labor.
Hacer frente al extractivismo
La resistencia del pueblo xinca comenzó en 2007, cuando la instalación de la mina El Escobal en su territorio desató una movilización comunitaria. “Llegaron al municipio de San Rafael Las Flores con engaños, presentándose como un proyecto de siembra de hortalizas”, explica Marisol, “pero en realidad venían a extraer plata”.
Las comunidades comenzaron a informarse sobre los impactos de la minería: enfermedades, contaminación del agua y destrucción del medio ambiente. Como primera medida, se movilizaron pacíficamente para exigir el cese de actividades. “Marchamos hacia la empresa. Fuimos 10,000 personas llevando flores blancas como símbolo de paz, para decir que no queríamos minería”, recuerda Ashley.
Tras una consulta comunitaria que resultó en un rechazo mayoritario a la minería—pero que fue desoída por ser no vinculante—apelaron al Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, que garantiza el derecho a una consulta previa, libre e informada. Sin embargo, la empresa cuestionó su condición de pueblo indígena.
El pueblo xinca perseveró, y en 2017 la Corte de Constitucionalidad reconoció la violación de sus derechos, ordenando suspender las operaciones de la mina hasta que se realice la consulta. Este proceso, aunque largo y lleno de obstáculos, avanza con esperanza. “Todas las comunidades que ya han sido consultadas han respondido con un “No” rotundo. Esto es muy satisfactorio para nosotros. Y aunque no borra todo lo que hemos vivido, pues también creemos que es una esperanza para las nuevas generaciones, por las cuales luchamos” destaca Marisol.
Resistencia activa
No ha sido fácil este camino de lucha y resistencia. Durante estos años han enfrentado intimidaciones, criminalización e incluso asesinatos. En 2014, Topacio Reynoso Pacheco, de 16 años, fue asesinada en un ataque que también hirió a su padre, Alex Reynoso. El caso, más de 10 años después, sigue impune.
“Nos duele mucho, nos causa indignación. La empresa Pan American Silver, que asumió el control de El Escobal en 2019, dice que no son los responsables de estas afectaciones, pero el hostigamiento está, la criminalización está”.
Si bien la justicia ordenó la suspensión de las operaciones, el pueblo xinca viene sosteniendo un plantón, conocido como la “Resistencia de Casillas”, para controlar que la empresa efectivamente respete el cese. “Ya llevamos 7 años con el plantón, es casi un segundo hogar. Nos organizamos en turnos de 24 hs. para estar siempre presentes, cocinamos, los más chicos juegan e intentamos pasarla bien aunque seguimos luchando allí también”.


Aprendizajes para la acción colectiva
"Después de este taller me siento más empoderada", afirma Ashley. Junto con Marisol, llegaron a la ciudad de Guatemala para participar de las primeras dos jornadas del proceso de formación que se desarrolla en el marco de la Iniciativa STAND, que reúne a más de 70 personas defensoras para brindarles herramientas en seguridad, protección y apoyo psicosocial.
"Estos días trabajamos sobre cómo está organizado el Estado y qué derechos están protegidos en la Constitución. Estas herramientas nos dan más claridad para defendernos y exigir respeto a nuestras decisiones como pueblo indígena" observa Ashley. Marisol coincide: "Nos hemos dado cuenta que siempre hay mucho más que aprender, cosas fundamentales para la lucha que estamos llevando adelante”.
Ambas enfatizan la importancia de compartir estos conocimientos con sus comunidades, replicando la tradición ancestral de transmitir saberes de generación en generación. “Ahora tenemos una enorme responsabilidad con Doña Marisol” reconoce Ashley, “pues como dicen nuestros abuelos, hay que seguir compartiendo porque así transmitimos nuestro conocimiento, de persona en persona”.
Este espacio no solo les brindó conocimientos sobre sus derechos, sino que también reforzó su convicción de seguir luchando. "Para nosotros, la lucha no es solo por el territorio, sino por la vida misma” afirman.