En una región donde la defensa de la tierra y el medio ambiente puede costar la vida, las mujeres lideran una lucha valiente en territorios amenazados por el extractivismo y la violencia. En un encuentro durante la COP16, tres defensoras de Brasil, Argentina y Ecuador compartieron sus desafíos y estrategias para tejer redes y seguir luchando.
Desde hace siglos, América Latina sufre la explotación indiscriminada de sus recursos naturales. Quienes buscan proteger los territorios y el medio ambiente son vistos como un obstáculo por las grandes corporaciones y sus aliados en el poder político. En su lucha, las personas defensoras enfrentan amenazas, criminalización, ataques no letales y asesinatos.
Las mujeres defensoras enfrentan, además, retos y riesgos específicos por el solo hecho de ser mujeres.
Carolina de Moura Campos, Rocío Julián y Ana Lucía Namicela Guaya, defensoras de Brasil, Argentina y Ecuador respectivamente, se encontraron en el marco de la COP16, durante una pausa del taller "Hacia una agenda regional de mujeres defensoras de la tierra y el territorio". En ese espacio de diálogo y escucha atenta, conversaron sobre luchas similares y estrategias comunes.
Juntas, compartieron sus experiencias sobre los impactos del extractivismo en sus territorios y cómo, a pesar de los numerosos desafíos, siguen defendiendo a sus comunidades, la tierra y la naturaleza.
¿Cuáles son las problemáticas que enfrentan en sus territorios en relación con la defensa de la tierra y el medio ambiente?
Carolina: Donde vivo, en Minas Gerais, Brasil, tenemos muchos problemas con la minería de hierro. Enfrentamos todas las afectaciones que estos proyectos extractivistas y patriarcales nos causan, como son la contaminación del territorio, de las fuentes de agua, del aire, del suelo. Y enfrentamos la violencia, especialmente contra los cuerpos de las mujeres, y la persecución de las personas defensoras. Seguimos luchando pero cada día con más dificultades.
Ana Lucía: En Ecuador, enfrentamos una gran cantidad de problemas debido a los diversos extractivismos. Por ejemplo, recientemente, el catastro minero en nuestro país estaba cerrado, pero el 23 de octubre descubrimos que se había abierto de nuevo. Esto nos genera mucha preocupación, porque implica que más territorios campesinos e indígenas serán concesionados a las transnacionales mineras. Lo más alarmante es que, al estar nuestras compañeras en esos territorios, la criminalización, la represión y la persecución aumentarán considerablemente.
Rocío: Yo vengo de Jujuy, una provincia al norte de Argentina, ubicada en la región árida de la puna, donde el agua es un recurso escaso. Esas zonas, donde el sol golpea con fuerza y el frío es intenso, están llenas de minerales como el oro, la plata, el cobre y el litio. El principal problema es el extractivismo minero, que comenzó hace muchos años con la llegada de los colonizadores y que ha ido en aumento. En Jujuy viven más de 300 comunidades que mantienen sus prácticas ancestrales, como mi familia, en territorios que hoy están siendo amenazados por proyectos mineros que podrían destruir más del 60% de la superficie provincial.
El año pasado, modificaron la constitución provincial para dejar el campo libre a los proyectos extractivistas. Hoy, esos proyectos mineros están planteados sobre nuestras casas, sobre nuestras vidas. La minería no respeta las vidas indígenas, no respeta las áreas protegidas, las reservas de biósfera ni las especies en peligro de extinción. En resumen, no respeta nada. Como consecuencia, peligran nuestros modos de vida ancestrales y las especies que habitan esos territorios.
En su lucha ¿Sufren impactos o enfrentan obstáculos especiales por el solo hecho de ser mujeres defensoras?
Carolina: Está claro que las mujeres sufrimos impactos diferenciados debido al extractivismo patriarcal. En muchos casos, nuestra sobrecarga de trabajo se intensifica, especialmente en lugares contaminados, donde las enfermedades son más comunes, o en aquellos donde el acceso al agua, un recurso vital para nuestras casas y comunidades, es cada vez más difícil. Esta sobrecarga es abrumadora.
Además, enfrentamos el desafío de ser escuchadas. ¿Cuántas veces hemos estado en reuniones con autoridades o empresas, presentando nuestros problemas, y no se nos presta atención? En cambio, cuando un hombre habla, se le presta mucha más atención.
Entonces, no solo tenemos que luchar contra la sobrecarga de trabajo, sino también contra el doble (o triple) esfuerzo para ser escuchadas y respetadas. También está la cuestión de la autonomía económica. Estamos tan sobrecargadas con el trabajo de cuidado, que nos falta tiempo y energía para generar nuestros propios ingresos y mantener nuestra independencia financiera.
Rocío: Las violencias nunca pueden separarse del cuerpo de la mujer. Lo que sufren nuestros territorios lo sufren también los cuerpos de las mujeres.
Las zonas de las que hablo son territorios que han sido intencionalmente abandonados por el Estado, donde se violan sistemáticamente los derechos humanos: se consume agua contaminada, se carece de acceso a seguridad y educación, entre otros. A todo esto, se suman a los cuerpos de las mujeres las violencias que imponen las empresas mineras, desde la persecución hasta la contaminación. Por ejemplo, el cambio climático agrava la sequía, y las mineras se llevan el agua que necesitamos. Como resultado, tenemos que llevar a nuestros animales a pastar más lejos para encontrar alimento, una carga adicional que recae directamente sobre los cuerpos de las mujeres.
A las "triple-violencias" que mencionaba Carolina, se suma el hecho de ser mujeres indígenas, portar un cuerpo racializado, y defender un modo ancestral de vivir que lucha por la supervivencia contra la minería.
Ana Lucía: El empobrecimiento y las múltiples formas de violencia que sufrimos lamentablemente tienen rostro de mujer. Tenemos gobernantes indolentes que no destinan los recursos necesarios para prevenir ni erradicar la violencia, ni para garantizar los derechos fundamentales de las mujeres. Además de las violencias y desigualdades que ya han mencionado, las mujeres rurales enfrentan la falta de acceso a servicios básicos esenciales, como educación y alimentación, a pesar de que somos las que garantizamos la soberanía alimentaria.
Y cuando se trata de las resistencias, las mujeres somos quienes estamos en primera línea. Somos las que enfrentamos la criminalización, la represión y la violencia institucional. Nos mantenemos alerta ante las acciones de los gobiernos y las empresas, reafirmando que, si es necesario, defenderemos nuestros territorios, incluso a costa de nuestras vidas.
¿Qué estrategias se dan al interior de sus organizaciones, entre defensoras, para sobreponerse en la lucha y seguir adelante?
Carolina: Estamos tratando de crear espacios de complicidad, de tejer apoyos mutuos. Estamos politizando el autocuidado, entendiendo que cuidar de nosotras mismas es también una forma de resistir.
Recientemente construimos una casa de salud en una zona rural, y allí las mujeres escribieron: “cuidar de la salud es una manera de luchar”. Entonces seguimos este camino, estamos tratando de estudiar sobre plantas medicinales, para aprender a tratar enfermedades en las comunidades, porque entendemos que los cuerpos enfermos no pueden resistir a los poderosos enemigos con los que nos enfrentamos. También necesitamos encontrar espacios para sonreír, y mantener la alegría. No solo luchamos, también buscamos mantener la esperanza y la alegría en el proceso, porque eso es fundamental para seguir adelante.
Rocío: Una de las estrategias más importantes para nosotras es el fortalecimiento espiritual. Todo lo que hemos vivido y lo que seguimos enfrentando cada día nos duele, y a veces sentimos que la luz se va apagando. Por eso, buscamos compartir la espiritualidad, compartir momentos, un espacio para sanarnos, para llorar y también para celebrar nuestra resistencia. Sabemos que sanar nuestras emociones es tan importante como luchar contra las injusticias que nos afectan. Muchas veces nos decimos: “Todavía no hemos llorado lo suficiente”.
Ana Lucía: Ante las injusticias que vivimos en nuestros territorios, lo que hemos hecho y seguimos haciendo es seguir entretejiéndonos, fortaleciéndonos. Que esté siempre presente la solidaridad. Hemos avanzado en procesos de formación, para que no seamos presas fáciles de los engaños de los actores extractivistas. Cuando el extractivismo llega, lo hace con promesas falsas, con estrategias para dividirnos, para despojarnos de nuestra paz. Pero la formación nos da herramientas para estar preparadas, para resistir esos intentos de desestabilizarnos y dividirnos. La educación y la formación son nuestras armas para fortalecer la unidad y mantenernos firmes ante las arremetidas del Estado y las empresas.
Su compromiso es con la vida y el territorio
A pesar de los riesgos, estas mujeres se mantienen firmes en su compromiso de defender sus territorios, sus comunidades, la madre tierra y sus medios de vida. Carolina cierra el diálogo con una idea poderosa que en su organización mantienen presente: “Aunque nos maten y nos generan sufrimiento, las mujeres no vamos a parar de parir. Parir no sólo hijos, sino también parir vida, solidaridad y esperanza.”
Escucha a estas defensoras en los micropodcast realizados junto con la Plataforma de Defensoras y Defensores de la Tierra y el Territorio
- Instituto Cordillhera, Brasil
Carolina viene luchando por los derechos de las familias víctimas de la tragedia de Brumadhino, el derrumbe de un dique con aguas residuales de la mina Córrego de Feijão de Vale S.A. que dejó 272 personas muertas y miles de metros cúbicos de agua y barro tóxico derramados.
- Red Chacha Warmi, Argentina
Rocío es una mujer indígena, defensora de la tierra. Junto con sus compañeras de la Red Chacha Warmi luchan contra el extractivismo minero en Jujuy.
- Movimiento Nacional de Mujeres de Sectores Populares Luna Creciente, Ecuador
Desde muy joven, Ana Lucía es activista social, defensora de los derechos humanos y de la naturaleza. Actualmente es presidenta de la Asociación de Mujeres en Acción Loja, de la provincia de Loja, Ecuador.
Sobre la Plataforma de Defensoras y Defensores de la Tierra y el Territorio
Esta iniciativa, impulsada por la ILC LAC, reúne a 19 organizaciones de 8 países (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guatemala y Perú) para fortalecer la incidencia regional e internacional, desarrollar campañas de visibilización, generar datos e información relevantes, y brindar acompañamiento a personas defensoras en situación de riesgo en sus luchas contra la impunidad.
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