En comunidades de Ayacucho, Perú, la garantía de tenencia de la tierra de las mujeres indígenas comienza a ser una realidad. La modificación de estatutos comunales, un trabajo de sensibilización sobre derechos a la tierra y un proceso de mapeo están posibilitando su registro como posesionarias.

Mujeres validan y registran sus parcelas en San Rafael.
Más de 200 mujeres de la comunidad campesina de Guayacondo, en el distrito de Tambillo y 70 mujeres de la comunidad campesina de San Rafael, en el distrito de Socos, Provincia de Huamanga, en Ayacucho, Perú, se registraron en el libro de padrón de parcelas como posesionarias de sus chacras, conjuntamente con sus esposos, y a nombre propio en el caso de mujeres solteras y viudas.
Se sabe que, en el acceso a la tierra, las mujeres suelen ser excluidas e invisibilizadas.
Debido a los valores patriarcales predominantes, por lo general el registro de parcelas o tierras se realiza a nombre del jefe de familia, es decir, del hombre. Esta práctica viene cambiando en las comunidades donde interviene la Asociación SER, miembro de la plataforma regional Mujer Rural y Derecho a la Tierra.
La transformación se inició con la reforma del artículo 19 de la Ley General de Comunidades Campesinas, que posibilitó que las mujeres sean reconocidas como comuneras calificadas y pueden participar activamente en las decisiones de su comunidad. Un logro que fue posible gracias al trabajo de la Coalición Nacional por la Tierra en Perú a través de la Asociación SER y ONAMIAP. Ese proceso de trabajo, que resultó en la modificación de los estatutos comunales, abrió más preguntas e impulsó nuevos objetivos.
Conoce cómo se logró el cambio en los estatutos comunales
“Nos dimos cuenta de que los jefes de familia seguían siendo los varones. A pesar de que las mujeres ahora contaban con un espacio participación en las asambleas comunales, seguían marginadas en la tenencia de la tierra: todo registro seguía estando a nombre de los varones” explica Raquel Reynoso, punto focal de la plataforma regional y presidenta de Asociación SER.
Se planteó entonces un proceso de sensibilización en las comunidades, trabajando sobre los derechos de las mujeres a la tierra en distintas jornadas de capacitación. Y luego el equipo técnico, conformado por profesionales de diversas ramas (entre los que se encontraban especialistas en topografía y georreferenciación), avanzaron en el mapeo de las tierras. Este trabajo fue posible gracias al financiamiento de Pan Para el Mundo.
Utilizando un GPS diferencial y un dron, se pudo elaborar un mapa de las comunidades con medidas de área y perímetro de cada parcela. Previo al registro de las parcelas, se validó la información obtenida en la etapa de mapeo con cada posesionario/a. Las autoridades comunales acompañaron y supervisaron este proceso, en el cual se subsanaron algunos conflictos generados por linderos, por herencia o mala distribución, llegando a un consenso para sincerar la extensión de las parcelas y luego dejar constancia en el libro de padrón de parcelas.

Validando la información de las parcelas mapeadas junto a las mujeres en Guayacondo
La firma del libro de padrón de parcelas se vivió con gran alegría. Las familias, entre abrazos y sonrisas, contaban que nadie conocía la extensión de sus parcelas, que solo se basaban en aproximaciones. Ahora ver que sus “chacritas” tienen medidas y se visualizan en el mapa, les genera mucha emoción.
Testimonio de ello es lo que comenta Ricardina Martínez, comunera calificada y tesorera comunal del anexo de San Juan de la Frontera, de la comunidad de Guayacondo:
“Jamás las mujeres hemos firmado documentos para la tenencia, menos si estaba a nombre de nuestro esposo como es costumbre. Ahora es diferente y es una alegría, nos da seguridad incluso para nuestras hijas, para que no queden desamparadas.”
El proceso seguido no ha estado libre de dificultades. No fue fácil que los hombres y autoridades de las comunidades reconocieran a las mujeres como sujeto de derechos a su tierra.
Pero gracias a los procesos de capacitación y sensibilización sobre derechos de las mujeres, derechos colectivos, gobernanza de la tierra, y sobre la importancia del registro igualitario de parcelas de la tierra, se han podido lograr cambios.
Así lo manifiesta Constantina Huayhua de Jauregui, de 65 años, comunera calificada de la comunidad de San Rafael:
“Nunca fui posesionaria registrada de las tierras que me dieron mis padres. Desde el momento en que me casé, he sido representada por mi esposo ante la comunidad, y mis tierras han estado registradas a su nombre. Ahora siento que me las devolvieron, ahora yo podré tomar decisión sobre ellas al igual que mi esposo”.
Queda todavía mucho camino por recorrer porque hay muchas comunidades donde todavía las tierras solo están a nombre de los varones, pero testimonios como los de Ricardina y Constantina nos abren el camino para seguir avanzando en la igualdad en el acceso a la tenencia de la tierra.
* Esta nota ha sido realizada por Janet Vegas y Clelia Rivero, Promotoras sociales de la Asociación Servicios Educativos Rurales en Ayacucho, Perú e integrantes de la Plataforma Regional Mujer Rural y Derecho a la Tierra